Sunday, July 6, 2014

País de Ensueño (1907)

Durante el mes pasado estuve de vacaciones con mi familia en California. En San Diego había una tienda de juguetes, escondido en una esquina de la segunda planta en el Fashion Valley Mall, donde llegaba el sol y el aire fresco, a diferencia de la mayoría de las tiendas en los centros comerciales de Manila. 

Qué maravilloso se veían esos juguetes en los estantes. Otra vez no pude resistir el clamor de mi hijo de 6 años para comprar “Star Wars Lego”. Él ya los tenía muchos: el tanque droide, el AT-TE, los 212th Battalion Clone Troopers, la cañonera de la República, Duelo en Geonosis, etc.  No obstante, él era un gran fan de Lego y Star Wars, y siempre quería más juguetes.



Juntos como familia nos divertimos construyendo nuestros mundos imaginarios y jugando Las Guerras Clon. Jugar con los ladrillos de LEGO ha sido una buena fuente para activar la imaginación y fomentar la creatividad.

Se dice que la combinación de imaginación y de juego ha producido muchos cuentos fantásticos.

Este relato imaginario que sigue nos narra acerca de una princesa que no puede llorar. El autor, Jesús Balmori fue un escritor prolífico que publicó varios ensayos, poemas y artículos periodísticos.  A través de sus obras nos lleva a reflexionar, a pensar; a veces nos hace reír y otras llorar.  En 1940 obtuvo el primer premio en el concurso literario convocado por el gobierno filipino por su volumen de poesías «Mi Casa de Nipa».



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I

    Nació una princesa en el país que dora el sol, que besa el mar azul, y en el que canta el viento un himno de amor eterno.
    Los inmensos palacios se llenaron de flores, en los dorados templos voltearon las campanas, y sobre los muros de la ciudad imperial, los reales heraldos de la Alegría soplaron sus trompetas de oro y sus trompetas de plata.
    Un mago chino vestido de auroras bautizó á la princesa. Con los brazos hacía el sol y la frente sobre el pecho, él dijo:
   En el nombre del Amor y del Ensueño, yo te bautizo, princesita…
    —¡Oh reina! ¿cómo se llamará esta princesita?
    Y la reina, con su alma de madre, profanando el misterio del destino, contestó:
    ­—Pues, FELIZ.

II

   Llegaban las hadas al palacio azul; llegaban las hadas sobre carros ondeantes de palomas y flores, sobre carros de alas y fulgores de luna. Se llenaba el alcázar de música y ensueños, la reina vestida de esmeraldas recibía á la corte.
    Y las hadas inclinadas sobre la princesita, dejaban en la cuna real dones maravillosos.
—¡Serás preciosa!
—¡Serás amada!
—¡Tendrás ensueños!
—¡Tendrás alegrías!
—¡Tendrás llorar!... 
    Dijo el hada del llanto, despaciosamente, disponiéndose á verter sobre los ojos de la niña la esencia de su ánfora. Pro la reina, trémula, se interpuso entre el hada y la cuna… ¿qué estaba diciendo?...¡Llorar su hija! Llorar su princesita! ¡Su princesa FELIZ! No, nunca. Imploraba y plañía; que todas las lágrimas destinadas á la hija, cayeran sobre sus ojos y su corazón. La princesa del palacio azul, la princesa del palacio ensueño y las flores, no podía, no debía conocer el lloro…

    El hada radiante y altiva, consideró desprecio la súplica y consideró malicia la ignorancia, subió á su carro de rosas y murciélagos, y se fue por los aires, enmarañando aromas y auras en su áurea carrera. Pero antes de partir, maldijo á la chiquilla:
   —¡Oh, no tendrás lágrimas! ¡No sabrás llorar!
    Y la reina besó á su hija. ¡La había preservado de las lágrimas!

III
    Pero no del dolor. La niña, mujer aunque princesa, sufrió como todas las mujeres. Y eran de ver las muecas angustiosas de aquella carita infantil y divina, que sufría y sufría sin poder llorar.
   Y la reina mirando á la niña, aprendió una cosa.
    “Que el dolor sin lágrimas, es dos veces dolor.”

IV

Fueron primaveras. La princesa era linda. La princesa era pálida.
Como dijeron las hadas, era preciosa, era amada, tenía ensueños , tenía alegrías.
Pero no tuvo lágrimas; Conoció el placer: anheló llorar de gozo, no pudo…
Y desde entonces, la princesa FELIZ fue la más infeliz de las princesas.


V

    Una vez —era un atardecer en los jardines reales — ocultos en las frondas vislumbró la princesa á dos amantes.
    Él rodeaba su brazo por la cintura de la amada; ella con la cabeza echada atrás, recibía en su boca un beso.
    Seguía la princesa con su mirada triste el ensueño de idilio; pero de pronto ondularon las ramas, la dulce pareja se perdió entre las flores, y un sollozo de amor vibrante y harmónico tremó en las brisas.
   Cada flor era un místico turíbulo; un perfume leve, vago, ascendía, como el alma de un poeta, hacia los cielos; un hilo de plata cantaba en el surtidor, donde un cisne pálido sostenía el plinto de una estátua de ensueño.
    Y se alejó la princesa lentamente del jardín , con el pecho palpitante, con los ojos hinchados, con el corazón lleno de envidias y locuras…
    Se alejó la princesa, se alejó lentamente del pomposo y maldito jardín de amor.
    Heráldica celeste. Sobre gules radiaba Venus — lampadario de oro — y enarcaba el novilunio su gran ceja de azur, como el arco de luz de un sagitario que asaeteara en los ámbitos durmientes, al monarca vencido que se alejaba huyendo.

VI
    Lágrimas de pena, lágrimas monstruosas y amargas son las olas del mar. Lágro,as de alegría, lagrimas de cristal y de risa son las gotas de roció que llueve la mañana sobre el ala de los pájaro y los labios de la flor. Lágrimas melancólicas, lágrimas de oro —acaso lágrimas de amor —son las hojas que arranca el Otoño de las ramas muertas.
    Pero en los ojos lumínicos, en los grades ojos sonantes de la princesa, no ha lágrimas.
    La reina, muriendo de angustia, demandó  públicos consuelos para su hija. ¿Quién sabía el remedio de que llorase la princesa?...
    Sobre los muros de la ciudad imperial, los reales heraldos de Dolor, soplaron sus trompetas de cuerno y sus trompetas de ámbar. No se sabe de qué antros llegó una vieja corcovada y horrible.
    —Tengo mil años, dijo, y sé que el único medio para desarmar el odio del hada del llanto, es que un joven hermoso y ajenó a la princesa llegue á su palacio para implorar perdón.
   Los reales heraldos del Dolor volvieron á soplar sus trompetas de cuerno y sus trompetas de ámbar. un bello guerrero se presentó en la corte.
   —Yo iré.
   Miraba, al ofrecerse, los párpados morados y tristes de la pobre princesa.
   —¡Bendito seas! dijo la reina.
   —¡Y vuelve pronto! suspiró ella.

VII
   Soñaba ella en la vuelta del guerrero, del hermoso y bello guerrero amado.
   Porque ella le quería con toda el alma, desde que vio sus ojos alegrones posados sobre los suyos manchados de melancolía. y el guerrero volvió. Toda la corte se vistió de oro para recibirle. Venía alegre y satisfecho, contando aventuras del viaje; abismos vencidos, monstruos derrotados…
   — Y aquí tenéis , princesa, el ánfora del llanto que tanto deseasteis, aquí tenéis  todas vuestras lágrimas; lloraréis, princesa, el día que se rompa el cristal que las guarda.
   — ¿Y qué quieres en premio? preguntó ella, soñando en ponerle sobre la frente su corona real.
   —Nada princesa; solo la compasión me impulsó á haceros feliz. Yo ya lo soy; tanto que no ambiciono más.
    Brotó de sus ojos una luz de amor; siguió la princesa su mirad de él, y la encontró en los aires, estallando en un beso con la de aquella mujer, que oyera una tarde llorar de amor en los jardines reales…
    Entonces sintió celos; palpitó en su alma el despecho; y se quebró el cristal del ánfora del llanto.
    Y ante la regia corte vestida de oro, ante toda la corte reunida para engloriar sin par ventura, lloró la princesa las primeras lágrimas, mucho más dolorosas que todas sus pasadas tristísimas doloras.

Jesús Balmori
Excelsior. Manila
30 de Mayo de 1907