Durante
el mes pasado estuve de vacaciones con mi familia en California. En San Diego
había una tienda de juguetes, escondido en una esquina de la segunda planta en
el Fashion Valley Mall, donde llegaba el sol y el aire fresco, a diferencia de
la mayoría de las tiendas en los centros comerciales de Manila.
Qué maravilloso
se veían esos juguetes en los estantes. Otra vez no pude resistir el clamor de
mi hijo de 6 años para comprar “Star Wars Lego”. Él ya los tenía muchos: el
tanque droide, el AT-TE, los 212th Battalion Clone Troopers, la cañonera de la
República, Duelo en Geonosis, etc. No obstante, él era un gran fan de Lego y Star Wars, y siempre
quería más juguetes.
Juntos
como familia nos divertimos construyendo nuestros mundos imaginarios y jugando
Las Guerras Clon. Jugar con los ladrillos de LEGO ha sido una buena fuente para
activar la imaginación y fomentar la creatividad.
Se dice
que la combinación de imaginación y de juego ha producido muchos cuentos
fantásticos.
Este
relato imaginario que sigue nos narra acerca de una princesa que no puede
llorar. El autor, Jesús Balmori fue un escritor prolífico que publicó varios
ensayos, poemas y artículos periodísticos. A través de sus obras nos lleva a reflexionar, a pensar; a
veces nos hace reír y otras llorar. En 1940 obtuvo el primer premio en el concurso literario
convocado por el gobierno filipino por su volumen de poesías «Mi Casa de Nipa».
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I
Nació una princesa en el
país que dora el sol, que besa el mar azul, y en el que canta el viento un
himno de amor eterno.
Los inmensos palacios se
llenaron de flores, en los dorados templos voltearon las campanas, y sobre los
muros de la ciudad imperial, los reales heraldos de la Alegría soplaron sus
trompetas de oro y sus trompetas de plata.
Un mago chino vestido de
auroras bautizó á la princesa. Con los brazos hacía el sol y la frente sobre el
pecho, él dijo:
En el nombre del Amor y del
Ensueño, yo te bautizo, princesita…
—¡Oh reina! ¿cómo se
llamará esta princesita?
Y la reina, con su alma de
madre, profanando el misterio del destino, contestó:
—Pues, FELIZ.
II
Llegaban las hadas al palacio
azul; llegaban las hadas sobre carros ondeantes de palomas y flores, sobre
carros de alas y fulgores de luna. Se llenaba el alcázar de música y ensueños,
la reina vestida de esmeraldas recibía á la corte.
Y las hadas inclinadas
sobre la princesita, dejaban en la cuna real dones maravillosos.
—¡Serás
preciosa!
—¡Serás
amada!
—¡Tendrás
ensueños!
—¡Tendrás
alegrías!
—¡Tendrás
llorar!...
Dijo el hada del llanto,
despaciosamente, disponiéndose á verter sobre los ojos de la niña la esencia de
su ánfora. Pro la reina, trémula, se interpuso entre el hada y la cuna… ¿qué
estaba diciendo?...¡Llorar su hija! Llorar su princesita! ¡Su princesa FELIZ!
No, nunca. Imploraba y plañía; que todas las lágrimas destinadas á la hija,
cayeran sobre sus ojos y su corazón. La princesa del palacio azul, la princesa del
palacio ensueño y las flores, no podía, no debía conocer el lloro…
El hada radiante y altiva,
consideró desprecio la súplica y consideró malicia la ignorancia, subió á su
carro de rosas y murciélagos, y se fue por los aires, enmarañando aromas y auras
en su áurea carrera. Pero antes de partir, maldijo á la chiquilla:
—¡Oh, no tendrás lágrimas! ¡No
sabrás llorar!
Y la reina besó á su hija.
¡La había preservado de las lágrimas!
III
Pero no del dolor. La niña,
mujer aunque princesa, sufrió como todas las mujeres. Y eran de ver las muecas
angustiosas de aquella carita infantil y divina, que sufría y sufría sin poder
llorar.
Y la reina mirando á la niña,
aprendió una cosa.
“Que el dolor sin lágrimas,
es dos veces dolor.”
IV
Fueron
primaveras. La princesa era linda. La princesa era pálida.
Como
dijeron las hadas, era preciosa, era amada, tenía ensueños , tenía alegrías.
Pero no
tuvo lágrimas; Conoció el placer: anheló llorar de gozo, no pudo…
Y desde
entonces, la princesa FELIZ fue la más infeliz de las princesas.
V
Una vez —era un atardecer
en los jardines reales — ocultos en las frondas vislumbró la princesa á dos
amantes.
Él rodeaba su brazo por la
cintura de la amada; ella con la cabeza echada atrás, recibía en su boca un beso.
Seguía la princesa con su
mirada triste el ensueño de idilio; pero de pronto ondularon las ramas, la
dulce pareja se perdió entre las flores, y un sollozo de amor vibrante y
harmónico tremó en las brisas.
Cada flor era un místico turíbulo;
un perfume leve, vago, ascendía, como el alma de un poeta, hacia los cielos; un
hilo de plata cantaba en el surtidor, donde un cisne pálido sostenía el plinto
de una estátua de ensueño.
Y se alejó la princesa
lentamente del jardín , con el pecho palpitante, con los ojos hinchados, con el
corazón lleno de envidias y locuras…
Se alejó la princesa, se
alejó lentamente del pomposo y maldito jardín de amor.
Heráldica celeste. Sobre
gules radiaba Venus — lampadario de oro — y enarcaba el novilunio su gran ceja
de azur, como el arco de luz de un sagitario que asaeteara en los ámbitos
durmientes, al monarca vencido que se alejaba huyendo.
VI
Lágrimas de pena, lágrimas
monstruosas y amargas son las olas del mar. Lágro,as de alegría, lagrimas de
cristal y de risa son las gotas de roció que llueve la mañana sobre el ala de
los pájaro y los labios de la flor. Lágrimas melancólicas, lágrimas de oro
—acaso lágrimas de amor —son las hojas que arranca el Otoño de las ramas
muertas.
Pero en los ojos lumínicos,
en los grades ojos sonantes de la princesa, no ha lágrimas.
La reina, muriendo de
angustia, demandó públicos
consuelos para su hija. ¿Quién sabía el remedio de que llorase la princesa?...
Sobre los muros de la
ciudad imperial, los reales heraldos de Dolor, soplaron sus trompetas de cuerno
y sus trompetas de ámbar. No se sabe de qué antros llegó una vieja corcovada y
horrible.
—Tengo mil años, dijo, y sé
que el único medio para desarmar el odio del hada del llanto, es que un joven
hermoso y ajenó a la princesa llegue á su palacio para implorar perdón.
Los reales heraldos del Dolor
volvieron á soplar sus trompetas de cuerno y sus trompetas de ámbar. un bello
guerrero se presentó en la corte.
—Yo iré.
Miraba, al ofrecerse, los párpados
morados y tristes de la pobre princesa.
—¡Bendito seas! dijo la reina.
—¡Y vuelve pronto! suspiró ella.
VII
Soñaba ella en la vuelta del
guerrero, del hermoso y bello guerrero amado.
Porque ella le quería con toda el
alma, desde que vio sus ojos alegrones posados sobre los suyos manchados de
melancolía. y el guerrero volvió. Toda la corte se vistió de oro para
recibirle. Venía alegre y satisfecho, contando aventuras del viaje; abismos
vencidos, monstruos derrotados…
— Y aquí tenéis , princesa, el ánfora
del llanto que tanto deseasteis, aquí tenéis todas vuestras lágrimas; lloraréis, princesa, el día que se
rompa el cristal que las guarda.
— ¿Y qué quieres en premio?
preguntó ella, soñando en ponerle sobre la frente su corona real.
—Nada princesa; solo la compasión
me impulsó á haceros feliz. Yo ya lo soy; tanto que no ambiciono más.
Brotó de sus ojos una luz
de amor; siguió la princesa su mirad de él, y la encontró en los aires,
estallando en un beso con la de aquella mujer, que oyera una tarde llorar de
amor en los jardines reales…
Entonces sintió celos;
palpitó en su alma el despecho; y se quebró el cristal del ánfora del llanto.
Y ante la regia corte
vestida de oro, ante toda la corte reunida para engloriar sin par ventura,
lloró la princesa las primeras lágrimas, mucho más dolorosas que todas sus
pasadas tristísimas doloras.
Jesús
Balmori
Excelsior.
Manila
30 de
Mayo de 1907