¿Por qué será que la
tristeza siempre llega y te agarra cuando te acuestas y antes te dormirte? Qué
bien recuerdo aquel día en San Francisco, cuando mi otra abuela “Lola Jan”, poco
antes de morir, intentaba enseñarnos varias frases en español.
A mi abuela le molestaba
que a sus hijos les gustaran más hablar en inglés que la lengua española, pero
de mala gana lo tuvo que aceptar. Su padre era de España y trabajaba como un
farmacéutico en Botica Boie, que esta situada en la calle Escolta, Manila.
— ¿Por
qué mi tito no habla español?, pregunté yo.
—
¿Estás bromeando? Con su español gringo nadie le va a entender lo que dice, exclamó
Lola.
— ¿Por
quién me tomas, por un americano?, respondió mi tío con acento estadounidense.
— Claro
que si. Porque así son los
gringos, hablan solo inglés ….. , contestó Lola.
Mi tío se escogió
ligeramente de hombros y suspiró: —También hablo kampampangan. Y aquí mi abuela
empezó a reír, porque no sabía qué más decir.
En verdad, mi tío casi ni podía
hablar el castellano. Él sólo sabía lo suficiente como entender “los conceptos
básicos”. Como consecuencia de la imposición de la educación norteamericana en
las Filipinas después de la Guerra Hispano-Americano, el idioma español no
podía ganarle la batalla al futuro. No había cómo ganar.
La lengua española hablado
en las Filipinas parece condenado a desaparecer. Estos son algunos ejemplos del
castellano de los filhispanos extraídos directamente del libro “Prontuario de
Palabras Y Frases Mal Empleadas en Filipinas (1937)” del escritor Manuel de los
Reyes.
Aquí está el enlace de mi
entrada anterior sobre el libro: la primera parte
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Compoblano — Somos los primeros en reconocer que esta palabra llena un
vacío que se nota en castellano, pues la palabra “paisano”, que es la que por ahora
se debe emplear, mientras la Academia no diga lo contrario, no expresa con
claridad si se trata de personas del mismo país, o de la misma provincia, o del
mismo pueblo. Pero, como nadie nos ha dado facultades para reformar o mejorar
la lengua, sólo tenemos que admitirla tal como está, y nuestro deber es
conservarla sin corrupción, e impedir que se introduzcan en ella palabras que
no lleven la sanción oficial.
En el diccionario último de
la Academia (del año 1936) se admite la palabra “comprovinciano”, para designar
al que es de la misma provincia que otro: quizás algún día admita también la
Academia la palabra “compoblano”, pero entretanto, tengamos paciencia y no
adelantemos los acontecimientos.
Limpiapiés
— Otra palabra que no existe en castellano y que no expresa la idea que se
quiere expresar. Con esa palabra se pretende designar ese “chisme” que se pone
al pie de las escaleras o a la entrada de las puertas, para que los que vienen
de fuera se limpien las suelas del calzado antes de subir a las casas o de
entrar en ellas. Pero eso no se llama, ni se debe llamar “limpiapiés”, porque
lo que se limpia ordinariamente no es los pies, sino las suelas del calzado.
Los que van descalzos, naturalmente se limpian en ellos los pies, pero sólo en
este caso sería apropiado tal nombre;
los que van calzados , si tienen los pies sucios (como por desgracia
ocurre con no poca frecuencia), se quedan con los pies tan sucios como los
tenían antes de haber hecho uso de tales utensilios.
Muchacho
— Esta palabra no es, como mucho creen, exclusivamente sinónima de “criado”. Es
verdad que tiene también esa acepción, pero significa asimismo un joven o una
persona que se halla en la mocedad, y, en este sentido, hasta el rey y el
príncipe han sido muchachos. Así es que no hay motivo para ofenderse cuando a
un joven se le llama “muchacho”.
Siesta
— Muchos dicen “tomar la siesta” queriendo decir “comer” (al mediodía). Esta
comida tiene su nombre propio en castellano; se llama sencillamente “la
comida”, y su correspondiente verbo es “comer”; pues aunque es verdad que todas
las refecciones que se toman son comidas, las otras tienen su nombre peculiar:
“desayuno”, la de la mañana; “merienda”, la que se toma entre cuatro y seis de
la tarde; “cena”, lo que se toma por la noche. No se debe, pues decir: “¿Quiere
Ud. Tomar la siesta con nosotros?” sino “¿Quiere Ud. Quedarse a comer con
nosotros?”.
La siesta no es
otra cosa que el tiempo que hay después de comer, o el sueno que se toma a esa
hora. Así es que tampoco debe decirse “comió con nosotros a la siesta”, sino
también “comió con nosotros al medio día:, porque, aunque no hayamos comido
exactamente a las doce del día, ya se sabe que nos referimos a la comida que se
toma a esa hora, poco más o menos. “Pasó la siesta con nosotros” no significa,
pues, otra cosa que “pasó con nosotros el tiempo que sigue a la comida del
mediodía”.
También se puede
decir “dormir la siesta”, ya que “siesta” como hemos dicho, significa asimismo
el sueño o descanso que se toma a
esa hora.
Sorbeteria
— Esta es otra palabra inventada aquí para designar el aparato en que se hacen
los sorbetes; pero el verdadero nombre que eso tiene en castellano es
“garapiñera” porque allí se “garapiñan” o se ponen en estado de garapiña los
líquidos. “Garapiña” es el estado del liquido que se congela formando grumos.
Manuel de los Reyes
1937
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