Monday, February 20, 2017

Palabras Y Frases Mal Empleadas en Filipinas (1937) - Segunda Parte

    ¿Por qué será que la tristeza siempre llega y te agarra cuando te acuestas y antes te dormirte? Qué bien recuerdo aquel día en San Francisco, cuando mi otra abuela “Lola Jan”, poco antes de morir, intentaba enseñarnos varias frases en español.

    A mi abuela le molestaba que a sus hijos les gustaran más hablar en inglés que la lengua española, pero de mala gana lo tuvo que aceptar. Su padre era de España y trabajaba como un farmacéutico en Botica Boie, que esta situada en la calle Escolta, Manila.

— ¿Por qué mi tito no habla español?, pregunté yo.
— ¿Estás bromeando? Con su español gringo nadie le va a entender lo que dice, exclamó Lola.
— ¿Por quién me tomas, por un americano?, respondió mi tío con acento estadounidense.
— Claro que si.  Porque así son los gringos, hablan solo inglés ….. , contestó Lola.
    
    Mi tío se escogió ligeramente de hombros y suspiró: —También hablo kampampangan. Y aquí mi abuela empezó a reír, porque no sabía qué más decir.

    En verdad, mi tío casi ni podía hablar el castellano. Él sólo sabía lo suficiente como entender “los conceptos básicos”. Como consecuencia de la imposición de la educación norteamericana en las Filipinas después de la Guerra Hispano-Americano, el idioma español no podía ganarle la batalla al futuro. No había cómo ganar.


    La lengua española hablado en las Filipinas parece condenado a desaparecer. Estos son algunos ejemplos del castellano de los filhispanos extraídos directamente del libro “Prontuario de Palabras Y Frases Mal Empleadas en Filipinas (1937)” del escritor Manuel de los Reyes.


    Aquí está el enlace de mi entrada anterior sobre el libro: la primera parte

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 Compoblano  Somos los primeros en reconocer que esta palabra llena un vacío que se nota en castellano, pues la palabra “paisano”, que es la que por ahora se debe emplear, mientras la Academia no diga lo contrario, no expresa con claridad si se trata de personas del mismo país, o de la misma provincia, o del mismo pueblo. Pero, como nadie nos ha dado facultades para reformar o mejorar la lengua, sólo tenemos que admitirla tal como está, y nuestro deber es conservarla sin corrupción, e impedir que se introduzcan en ella palabras que no lleven la sanción oficial.

    En el diccionario último de la Academia (del año 1936) se admite la palabra “comprovinciano”, para designar al que es de la misma provincia que otro: quizás algún día admita también la Academia la palabra “compoblano”, pero entretanto, tengamos paciencia y no adelantemos los acontecimientos.

Extracto del libro “El Filibusterismo (1891)” escrito por José Rizal. 


Limpiapiés — Otra palabra que no existe en castellano y que no expresa la idea que se quiere expresar. Con esa palabra se pretende designar ese “chisme” que se pone al pie de las escaleras o a la entrada de las puertas, para que los que vienen de fuera se limpien las suelas del calzado antes de subir a las casas o de entrar en ellas. Pero eso no se llama, ni se debe llamar “limpiapiés”, porque lo que se limpia ordinariamente no es los pies, sino las suelas del calzado. Los que van descalzos, naturalmente se limpian en ellos los pies, pero sólo en este caso sería apropiado tal nombre;  los que van calzados , si tienen los pies sucios (como por desgracia ocurre con no poca frecuencia), se quedan con los pies tan sucios como los tenían antes de haber hecho uso de tales utensilios.



Muchacho — Esta palabra no es, como mucho creen, exclusivamente sinónima de “criado”. Es verdad que tiene también esa acepción, pero significa asimismo un joven o una persona que se halla en la mocedad, y, en este sentido, hasta el rey y el príncipe han sido muchachos. Así es que no hay motivo para ofenderse cuando a un joven se le llama “muchacho”.


De la carta de Caroline Saxe Shunk 
(An Army Woman in the Philippines 1916)


Siesta — Muchos dicen “tomar la siesta” queriendo decir “comer” (al mediodía). Esta comida tiene su nombre propio en castellano; se llama sencillamente “la comida”, y su correspondiente verbo es “comer”; pues aunque es verdad que todas las refecciones que se toman son comidas, las otras tienen su nombre peculiar: “desayuno”, la de la mañana; “merienda”, la que se toma entre cuatro y seis de la tarde; “cena”, lo que se toma por la noche. No se debe, pues decir: “¿Quiere Ud. Tomar la siesta con nosotros?” sino “¿Quiere Ud. Quedarse a comer con nosotros?”.
      La siesta no es otra cosa que el tiempo que hay después de comer, o el sueno que se toma a esa hora. Así es que tampoco debe decirse “comió con nosotros a la siesta”, sino también “comió con nosotros al medio día:, porque, aunque no hayamos comido exactamente a las doce del día, ya se sabe que nos referimos a la comida que se toma a esa hora, poco más o menos. “Pasó la siesta con nosotros” no significa, pues, otra cosa que “pasó con nosotros el tiempo que sigue a la comida del mediodía”.
     También se puede decir “dormir la siesta”, ya que “siesta” como hemos dicho, significa asimismo el sueño o descanso que se toma  a esa hora.




Sorbeteria — Esta es otra palabra inventada aquí para designar el aparato en que se hacen los sorbetes; pero el verdadero nombre que eso tiene en castellano es “garapiñera” porque allí se “garapiñan” o se ponen en estado de garapiña los líquidos. “Garapiña” es el estado del liquido que se congela formando grumos.

Manuel de los Reyes
1937